sábado

The genkidama experience

Mi cerebro suele languidecer durante las horas que median en el transcurso del día (desde las 13 hasta las 19 o más, dependiendo de diversos -y voluntariamente no especificados- factores) y revive, despierta, se des-oculta durante los extremos de la jornada: la mañana y la noche. Si el día fuera un mundo sería, entonces, en los polos (en el polo) en los que debería radicar mi “escritorio de trabajo” y a las regiones continentales debería dedicar mi ocio. No se trata de una consecuencia inevitable de la hora en la que me despierte. Se trata, por el contrario, de características sensiblemente inmanentes al horario en sí. Es decir, que aun despertando alrededor de las 13, mi cerebro perpetuará su curso sabático hasta, por lo menos, las 19 / 20.

Ahora bien, en verano o primavera existe, puntualmente, un horario de máxima optimización de mi aparato nervioso, mi sensibilidad (física, social, mental). Me refiero a la hora, el momento epifánico, en que el viento comienza a soplar sobre las paredes sobrecalentadas de los edificios, el instante irrepetible (oh, tempus fugit) pero periódicamente cotidiano en que los bares y cafés se llenan de amigos tomando una cerveza mientras el mundo y sus conflictos, sencillamente, desaparecen. Es como si el conjunto del alivio exhalado por el término de la alienación (la jornada laboral) se propagara en el aire por la ciudad y se vertiera, desde los propios envases, en la cerveza, en la chocolatada, en el mate. Una suerte de gran genkidama colectiva y socialista (como toda genkidama) que destila y se impregna en cada cuerpo. O, por lo menos, en el mío.

2 comentarios:

Todo pasa por una razon dijo...

Las experiencias, sirven para fortalecernos.

Saludos,

Postes de madera

recargas en linea dijo...

Los sentidos permiten captar todo lo que nos rodea, es una eexperiencia maravillosa.

Saludos.