viernes

Estío adentro #3



retrucá
comillas de
la lluvia
que caen
entre gotas
pútridas
y arrumban
a-penas
longevas
entusiastas
la edad del sol
tan adentro
(pero de noche
como una ausencia
inminente
y duradera)
una visión
hacia uno
sin mirarse
de reojo
ni de frente
no es reflejo
sino rostro
estancado
como una uña
pequeñita
rasgando, sí,
de a poco
la esperanza
(de la que
no voy
a hablar)
mientras que
el agujero
se relame
tus penurias:
comida cruda.

jueves

Estío adentro #2


barnizado
una comedia
ignominiosa
pero lenta
unas pieles
que se agrietan
cuando adentro
(como dientes
de leche)
los dolores
buscan
desaparecer

aquel barniz
idiosincrático
de sol-verdugo
de ariete-panza
se diluye
en poca leche
descremada
y unos labios
(rouge fecundo)
se meriendan
tu sudor. 

martes

Estío adentro #1

en las tardes
de diciembre
no es fácil
quemar los años
mirar de lejos
el fuego
fueguito hormiga
que se traga las hojas
en un balde
resquebrajado
que en sus grietas
amalgama restos
esos bises
ásperos
que hace uno
cuando se acaba el repertorio.

lunes

Märchen

El otro día me subí al 134 en Constitución para ir a la facultad, y me senté al lado de un flaco que iba mirando por la ventana. Alrededor de media hora después, cuando ya estaba a unas 5 cuadras de Puán, el flaco me mira y -un poco como salido de un letargo hipnótico- me pregunta: "pibe, ¿falta mucho para Constitución?". Yo, anonadado, tardo unos segundos en responderle y finalmente digo: "Nooo, ya pasamos hace rato, eh. ¡Estás re lejos!". El tipo me mira extrañado, se levanta del asiento, toca el timbre del colectivo y, con cierta desesperante tranquilidad, se baja y camina hacia la parada más próxima de la misma línea pero en el sentido contrario. Me resultó llamativo. Tuve la siniestra impresión de que algo del orden de lo maravilloso se jugaba en ese momento, durante todo mi viaje, se gestaba en el asiento contiguo al mío, sin que yo me diera cuenta.