miércoles

Otro abismo

¿Cuándo vendrán, oh pronto, ellas a buscarme?
Niñas muertas.
Las espero, también, muerto
todavía respirando por esa idiotéz humana:
la esperanza.
¿A qué hora, digo, las veré por fin?
Será, ya, demasiado tarde
como fue tan temprano esa mañana
mediodía; iridiscente, como estos labios
que se cierran por inercia
y se abren por decoro.
¿A dónde iré a parar, rictus de olvido?
Temiendo temerle a la verdad,
mas buscándola como si fuera
mía. ¡Ingenuo!
Nunca es aullido grato
ni, acaso, enfermo abrazo.
Tal vez cura y espanto,
reflejo de atroces desgarros
como estos que pugnan
en mí. ¡Lástima!
Porquería que nada los ríos
(de la ciencia) con fuerza y no sabe
-¡no sé!- que es su fin el ahogo.
Desahogo inútil, por caso, esta
efigie estática de palabras
crudas. ¡Muerte!
Quizás el único resquicio de esperanza
que nos queda a nosotros:
medios
orgullosos
sobrevalorados
altaneros;
solitarios.


Mayo de 2008

sábado

Las Mierdas de Puán

Puán es un cotolengo, han dicho. Un vórtice de humo, marihuana y fotocopias –digo yo-. Pero Puán no es sólo Puán. Es José Bonifacio, es Gregorio de Laferrere, es Pedro Goyena, es Emilio Mitre, es la plazoleta José Luis Romero, es Hortiguera, y es los bares. ¡Qué lindo es Puán! Lo más idílico de nuestra psigé se encarna (como una uña) en Puán, en la Facu.
Hubo un sueño, alguna vez, que fue Puán. Pero temo que ahora ese sueño se ha perdido. Y para no seguir parafraseando a
Marco Aurelio, diré que –efectivamente- subyace en Puán un sueño. Es el sueño de todo alumno. El sueño que provoca una hermosa clase de gramática, mágicamente brindada, ya por una profesora cuyo mismo nombre desafía las leyes gramaticales (por no decir universales), ya por otra cuyo apellido alude al gran creador de las Kindertotenlieder (y que tanto honor le hace, -¡pero claro!-). Por supuesto, no son las únicas abocadas a alimentar ese sueño –nuestro sueño-, pero sí las más osadas y, para qué andar con rodeos, las más exitosas. ¡Un toast por ellas!
- ¡Para que sigan diciendo lo mismo, año tras año!
- ¡Viva!
- ¡Para que sigan hablando con monotonía excesiva!
- ¡Viva! (¡qué flor de rima!)
- ¡Para que escriban más fichitas con tapita rosa, con horrores de redacción, y nos las cobren a precio de
euro!

- ¡Viva!


Podría seguir ad infinitum, pero no quiero parecer demasiado confianzudo. La cosa es así. Puán es y era Puán antes de mi praesentia. Soy un sintagma más en la linealidad de su diacronía. ¿Y yo? ¿Soy el mismo ahora, cinco minutos después de haber pisado un sorete? ¿Ha fenecido mi aura, Walter? ¿O yo también debo reproducirme técnicamente para hacerla vana? Definitivamente, no soy el mismo. Me suben los hedores, el tufo tufillo desde la zapatilla azul que no combina con nada. Estoy transformado, alomorfado, estoy aoristo. Pero sigo caminando, feliz, alegre, rebosante de goce. “¡Qué lindo es Puán!”, le grito a una ganga de empanada que me propicia el Centro.
Lo más mejor es viajar. Dos horitas de puro regocijo. Yo vivo en el campo, pero no soy productor ni tengo 4x4, y me duele el desabastecimiento. Vivo en un campo lleno de vacas y toros que de vez en cuando cogen y tienen toritos y vaquitas que, como sus progénies, desean trajinar en el
Roca
.Vivo en un campo lindo, con la más profunda tranquilidad y la mejor seguridad. Yo estoy siempre tranquilo y seguro. Para no ponernos nerviosos, nadie nos avisa cuándo nos van a robar matar violar; es una sorpresa! (y 1/2). Así que, vivimos tranquilos. Total, cualquier cosa está la cana. Claro, por si zafaste de los chorros. Pero lo más lindo, ya lo dije, son esas dos horitas de paz. ¡Qué lindo es Puán! La Constitución de mi voyage es la siguiente: pisadas pisadas, gusano sobre la tierra, gusano bajo la tierra, pisadas pisadas (en este orden). Un viaje bizarro. Sí, bizarro tiene que ser todo aquél que pretenda abordar tales gusanos (y si justo se te ocurrió viajar tipo ocho de la mattina, o de cinco a siete de la tarde, agarráte –de dónde, no sé… del aire, de un hombro, de donde sea… pero agarráte-).
Ahora bien, sin tapujos, ¡qué lindo es Puán! ¡Qué lindo comprar y comprar fotocopias, hasta perder la conciencia de lo que se compra! ¡Qué lindo el cuarto piso, tan de oficina a lo Martínez Estrada, a lo Orwell! ¡Qué lindas las formitas de todas esas caquitas, que van fermentando y se hacen cátedras, digo abono para un suelo supuestamente más rico! ¡Qué lindo ese arbolito en medio del patio, invitándote al porrín! ¡Qué lindo es Puán!
Y si alguno piensa distinto, ¡me importa una Puán!

Böss Fíjàh Têh

P.D.: En realidad, lo siento muchísimo, pero he pronunciado calumnias. Y, lo que es peor, las he puesto por escrito. No tengo perdón, lo sé. Si puedo hacer algo para redimirme, lo haré; siempre y cuando no sea limpiar las incontables mierdas que rodean (cual circunfijo), ese hermoso edificio, esa noble buena y bella estructura, la areté que significa –más bien- Puán…